miércoles, 8 de julio de 2009

tratando de pensar.un poco

Me decía, hace ya más de un año, una buena amiga, que su vida era una montaña rusa. A veces lo parece. El camino de la vida se asemeja a uno de esos recorridos vertiginosos sobre raíles sinuosos y, lo que es peor, que constituyen un circuito cerrado, angustioso, pero predecible, descorazonador. Conocemos cada recoveco, cada curva, cada caída, mas nos sentimos imposibilitados de evitarlos.Durante la juventud y en ciertas situaciones, sólo vivimos, sin percatarnos de qué es la vida realmente. Sin embargo, a veces suceden acontecimientos que nos hacen situarnos, comprender un poco más, que nos abren los ojos del entendimiento, que parecen hacernos otros. Vamos evolucionando sobre los raíles, en nuestra calesita, preocupados por no caer, hora riendo, hora llorando, contentos o asustados, sintiendo el vértigo de una bajada casi a plomo, la fuerza centrífuga en una curva, preocupados por asirnos, entre emocionados y miedosos. O el tedio de una subida lenta, exasperante, entre chirridos de los engranajes de transmisión, deseosos de nuevas emociones y tomando aliento. En un momento, tras varias vueltas, nos apercibimos de que siempre sucede lo mismo, de que el circuito es corto y reiterativo, de que estamos condenados a transitar los mismos lugares mientras dure el paseo. A quien le tocó lo que le gusta, disfruta confiado. Quien se marea o siente fobia a las alturas, lo padece mientras puede aguantar, pero, una vez arriba, la maquinaria no se detiene por nadie.Parece una pesadilla, pero no lo es. Sólo se trata de una metáfora. Tal vez yo me sienta hoy remolcado hacia arriba, lentamente, entre crujidos metálicos, pensando en qué cerca estuve de caer en la última curva y en que me espera una bajada vertiginosa, indefectiblemente, y luego un tramito recto y otra curva y más subida y cada vez con menos aplomo, con la resistencia más mermada, con los recursos más justos, con la soledad más grande y la esperanza más pequeña. Se sienten ganas de gritar, ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?Pero no se trata de imputar responsabilidades a nadie. Ni a Dios, a las circunstancias o la providencia. La responsabilidad de mi vida es mía, por más que pueda asirme de la mano de Dios, que respetará mi voluntad. Se trata de examinar dónde y cómo estoy. El por qué carece ya de importancia. De discernir qué deseo, que espero, dónde está mi felicidad. Es, en suma, la decisión de no dejarse arrastrar por la rutina, de pelear, de saltar del carrito sin romperse muchos huesos y buscar un camino sensato, un camino que recorramos con nuestros pies. Requiere más esfuerzo que dejarse llevar por el carrito de feria, pero existe un sentido, un objetivo, permite el ejercicio de la libertad. Cuesta, no obstante. Cuesta muchísimo el salto. Hacerlo con decisión y garbo, sin matarse o mutilarse. Tratando de no caer sobre alguno de los espectadores inocentes que pululan bajo los raíles, de no hacer daño ni siquiera al maquinista loco que hace girar los vagones cada vez más rápidamente, sobre cuya cabeza podríamos caer nosotros o nuestra maletita. Ignoro cuántos intentos de reconducir la calesita han de hacerse antes de abandonarla, como las ratas los barcos que naufragan. Quizás hasta darse cuenta de que el volante es de juguete, que es una ilusión, que las ruedas no doblan, que se deslizan sobre rígidas líneas de hierro entre las que se encuentran encajadas. Tal vez hasta comprender que el grito del operador, en tierra, de que nos lleva por donde nos conviene, de que la merma de la libertad es por nuestro bien, es otra falacia. No lo sé. Angustia rebuscar en la maleta y no encontrar paracaídas. Manipular el reloj y comprobar que las manecillas no giran hacia atrás. Que no existe en nuestro reducido equipaje instrumento alguno que solucione el dilema y el problema. Abandonada la maleta, hay que buscar dentro. En nuestro cerebro, en nuestro corazón, instrumentos de navegación de que estamos dotados. En nuestra alma. Pero al alma sucede lo que a las computadoras. Por sí solos poco valen. Hay que conectarlas a internet, para compartir, para que sean grandes, para que rindan.

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